Juan Valderrama y Aguilar, fundador del primer Observatorio Meteorológico de Santa Cruz de Tenerife

La instalación estuvo radicada en la azotea del Palacio de Justicia, donde hoy se halla el Ayuntamiento, entre 1903 y 1917

Juan Fernández Valderrama y Aguilar nació en Santa Cruz de Tenerife, el 15 de febrero de 1869, en la vivienda familiar de la calle del Pilar nº 42.

A los 11 años de edad pasa a residir en Sevilla y dos años más tarde en Madrid, porque su padre, oficial del arma de Artillería, fue destinado a estas ciudades.

En Madrid, con tan sólo 17 años, ya publicaba artículos en francés en L'Atronomie, una prestigiosa revista que dirigía el astrónomo Camilo Flammarion, a la vez que enviaba sus observaciones y datos meteorológicos a la Sociedad Astronómica de Francia, que eran publicados en su Boletín, motivo por el que fue nombrado miembro honorario de la citada Sociedad.

Al morir su padre, su madre regresa con sus cinco hijos a Santa Cruz de Tenerife, donde gozaban de gran reputación, instalándose en el domicilio anterior, junto a su tío-abuelo, Francisco Aguilar y Fuentes, ayudante de Obras Públicas, pintor y poeta. Este ilustre chicharrero llegaría a jugar un papel fundamental en la vida de Juan, pues era gran aficionado a la astronomía, ya que sabemos que le proporcionó datos meteorológicos sobre Santa Cruz al astrónomo inglés Piazzi Smyth, y al viajero Alfred Samler Brown para que las insertara en sus Guías para Forasteros.

Cuando Juan Valderrama y Aguilar llega de nuevo a Santa Cruz ya tenía 19 años de edad, integrándose pronto en la vida cultural de la ciudad, siendo nombrado bibliotecario del Casino, miembro del Gabinete Instructivo, vocal del Centro de Propaganda y Fomento de Tenerife, etc. A los 24 años comienza a trabajar en la Diputación Provincial.

Conocemos que era un gran entusiasta de la ciencia meteorológica, por los siete cuadernos con sus observaciones astronómicas que han aparecido recientemente en el IAC, cuyo “diario” comenzó a escribir cuando sólo tenía 16 años, y que han visto la luz gracias a la publicación realizada por los doctores Manuel Vázquez Abeledo y Jorge Sánchez Almeida.

También sabemos que estando en Madrid formó parte de la expedición realizada por el observatorio de San Fernando (Cádiz), el 30 de agosto de 1905, para ver desde Soria el eclipse total de Sol; que en Tenerife colaboró con famosos astrónomos, como Jean-Marcel Mascart, director de los observatorios astronómicos de París y Lyon, cuando vino a hacer el seguimiento del paso del cometa Halley desde Montaña Guajara, en Las Cañadas, los días 18 y 19 de mayo de 1910; al igual que con el americano Pickering, en la caracterización de las variaciones de luz de la estrella Nova Persei, etc.

Cincuenta años después de su muerte, la NASA cita una observación suya, la TR R-277, utilizada en el proyecto espacial Apolo, que llevó el primer hombre a la Luna.

De los 544 libros que poseía, y que fueron donados a la Biblioteca Municipal cuando falleció, uno de ellos, Nuevo Almagesto de Riccioli, era la enciclopedia técnica que los astrónomos europeos del siglo XIX utilizaban como referencia. Está escrita en latín, lo que indica que lo sabía leer.

En el pleno municipal del 28 de enero de 1903, fue nombrado director del primer Observatorio Meteorológico Municipal de Santa Cruz de Tenerife, según la propuesta del alcalde accidental Manuel de Cámara y Cruz de crear una estación meteorológica en la azotea del nuevo Palacio de Justicia, actual Ayuntamiento. Su inauguración sería el 1 de junio del citado año.

Contaba con los siguientes aparatos, llegados de París el 2 de abril, y cuya factura alcanzó la cifra de 2.500 pesetas. Un telescopio de tamaño considerable -en la  (Foto), que actualmente se conserva en el Observatorio Atmosférico del Izaña, barómetros, pluviómetros, electrómetro, heliógrafo, termógrafo de Richard, anemómetro de Robinson, anteojo astronómico, aguja de inclinación, prismáticos, etc.

También en la azotea se instaló una caseta para registrar las temperaturas máxima y mínima de cada jornada, y que contenía varios termómetros, un psicómetro para determinar la temperatura del aire, humedad y tensión, y un higrómetro registrador.

El Ayuntamiento, tal como se hacía en otras poblaciones, colocó una pizarra a la entrada del muelle, donde se exponían los datos de las tres observaciones que se hacían cada día en la estación meteorológica municipal: a las 9:00 horas, a la 10:52 hora local, que correspondía al mediodía de Greenwich, y a las 15:00 horas. Además, a la puesta del sol se anotaba la temperatura máxima del día. La observación de las 10:52 la remitía quincenalmente a los Estados Unidos. De la misma manera, diariamente enviaba a los periódicos locales los registros meteorológicos de temperatura y presión existente en la ciudad.

Para estimular el turismo y la economía, a partir de enero de 1907 comenzó a publicar las temperaturas desglosadas por meses y por estaciones, subrayando la no existencia de fluctuaciones térmicas entre el día y la noche; es decir, 6,5º grados en verano y  4,5º grados en invierno, demostrando de esta manera que la capital de Canarias tenía un clima suave, benigno y verdaderamente delicioso.

Valderrama y Aguilar fue autor de artículos que hoy están considerados como científico-técnico-moderno, tales como la ocultación de Venus por la Luna, el 11 de enero de 1907; el eclipse de Luna que fue visible desde esta capital en todas sus fases, la noche del 3 al 4 de junio de 1909; etc.

Es muy curioso el artículo publicado en La Opinión  el día anterior al paso de la cola del cometa Halley, pues ante el temor existente en la población, muchas personas se iban a congregar en la plaza de la Candelaria a esperar el fatal acontecimiento, explicando que, de los tres principales peligros que el cometa podía producir (magnéticos, eléctricos y cósmicos), ninguno era cianógeno, gas muy venenoso que huele a almendras amargas.

En 1907, Juan le reclama al Ayuntamiento la cantidad de 1.500 pesetas anuales que se le adeudaban desde que había comenzado a trabajar en el Observatorio.

Al fallecer Juan Valderrama y Aguilar, el 17 de marzo de 1912, la Corporación Municipal  pensó en suprimir el observatorio, puesto que iban a instalar uno en el Teide, a lo que se opuso el concejal Juan Martí Dehesa, por considerar que éste era el único que aportaba datos de Santa Cruz. Mientras se cubría la plaza, se hizo cargo del mismo, provisionalmente y de forma gratuita, el ingeniero de Montes Sr. Menéndez.

En marzo de 1917, el Ayuntamiento traspasó la responsabilidad de las observaciones a la Escuela de Comercio, llevando hasta allí los instrumentos. Este proyecto no llegó a funcionar porque en la sesión municipal de noviembre de 1918 se acordó indagar sobre el paradero de algunos de los aparatos que habían desaparecido y, en enero de 1919, el Observatorio sería trasladado al depósito de aguas de la calle Salamanca, para el que se solicitó una plaza de meteorólogo al Instituto Geográfico y Estadístico, cuyo salario (2.000 pesetas) lo pagaría el Ayuntamiento.

Al año siguiente (1918), el Observatorio Meteorológico de Santa Cruz de Tenerife abriría sus puertas en la calle San Sebastián.

En 1920, cuando el Cabildo propuso instalar un observatorio meteorológico para la navegación aérea y trabajos de sismología, el Ayuntamiento le cedió todos los aparatos que poseía, sin renunciar a la propiedad, asignando una subvención de 2.000 pesetas, hasta que el Cabildo construyera el edificio prometido.

José Manuel Ledesma Alonso, Cronista Oficial de la Ciudad de Santa Cruz de Tenerife