Santa Cruz, corazón del Carnaval

Las primeras noticias de las fiestas en la capital tinerfeña datan del siglo XVIII. En 1980 adquirieron la condición de Interés Turístico Internacional

Desde el siglo XVIII, la burguesía chicharrera, ligada a la actividad comercial, comenzó a protagonizar en sus domicilios los bailes de Carnaval, mientras que la gente del pueblo se divertía en la calle.

Como apenas se daban ocasiones para que los hombres y las mujeres se relacionaran, era muy tradicional que en las fiestas se intentaran lograr estos encuentros, formando parte de un juego galante.

Las mujeres -tapadas-, cubriéndose el rostro con el celaje de las mantillas, se acercaban a los galanes para pedir la feria; es decir, solicitarle un regalo, lo que daba lugar al inicio de una conversación; mientras que los hombres -embozados-, disimulando su identidad tras la vuelta de su capa y bajo las sombras del ala del sombrero, aprovechaban este momento para decirle sus galanterías  a las damas.

Los primeros bailes de Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, en los que el pueblo comenzó a dar rienda suelta a los impulsos soterrados durante todo un año, tuvieron lugar en varias casas de la alta burguesía chicharrera, el martes 24 de febrero de 1778; saraos que continuaron el jueves de Comadres, y terminaron el domingo de Piñata.

Con la aparición, en 1840, de las primeras sociedades culturales y recreativas de Santa Cruz de Tenerife, la temporada de bailes de disfraces comenzaba el 8 de diciembre y continuaban hasta el domingo de Piñata. Estos saraos  tenían lugar en el Teatro, inaugurado en 1851; en el Casino, fundado en 1840; en el Círculo de Amistad, abierto en 1856, y en la Sociedad Filarmónica Santa Cecilia, inaugurada en 1858. Mientras, el pueblo llano los celebraba en las plazas y calles de la ciudad.

El Real Casino de Santa Cruz de Tenerife celebraba, el lunes de Carnaval, el evento social más importante de su Sociedad. Al baile asistían las primeras autoridades, civiles y militares, así como numerosas personalidades de la Isla, todos vestidos de rigurosa etiqueta o uniforme. A partir de 1925 se permitió que asistieran con disfraz.

La celebración de la fiesta en calles y plazas siempre ha gozado de una gran popularidad, sobre todo por la convivencia y hospitalidad del pueblo tinerfeño que ha hecho al Carnaval chicharrero acreedor de ser el más seguro y participativo del mundo, tal como ocurrió en 1987, cuando en la plaza de España se reunieron 250.000 personas para bailar con la afamada orquesta Billo's Caracas Boys, y la inolvidable Celia Cruz, consiguiendo para Santa Cruz de Tenerife el record Guinnes.

Como disfrazarse en Carnavales no estaba bien visto por la autoridad civil y menos por la religiosa, en 1792, para evitar y prevenir escándalos, comenzaron a publicarse bandos que prohibían esta práctica. También, durante estos años existió permisividad, más o menos vigilada. Por ejemplo, el alcalde, José María de Villa, que en 1803 había prohibido las máscaras, tanto en público como en casas particulares, en 1814 hace gala de una inesperada tolerancia y reconoce que “la persona que se disfraza nunca han dado desorden, pues es bien conocida la docilidad y comedimiento del vecindario de este pueblo, motivo por el que no parece prudente privarle de esta fiesta a la que están acostumbrados”. De la misma manera, cuando el alcalde Nicolás González Sopranis (1809) le pide al comandante general O'Donnell que prohíba los carnavales, éste le contesta: “Este es un pueblo pacífico y bastará con que algunas patrullas celen y guarden el orden”. Esta forma de represión perduró hasta 1838, año en que se endurecieron las sanciones.

En los primeros años del siglo XX, aún se mantenían las prohibiciones de las máscaras pero con una política de tolerancia, más o menos vigilada, mientras que los bailes de disfraces continuaban celebrándose en las sociedades, aunque de forma camuflada.

En 1931, en plena República, los Carnavales fueron declarados Fiestas Oficiales de Santa Cruz, constituyéndose por primera vez una comisión de Fiestas del Carnaval.

Después de los periodos bélicos (en 1937 fueron suspendidos), el Carnaval se celebró de forma clandestina, según el parámetro de tolerancia que tuvieran los gobernadores civiles de turno; pues, la mayoría de ellos, después de publicar el bando con las prohibiciones pertinentes, se marchaba de la ciudad con la excusa de un ineludible viaje al Sur de la Isla.

El mandato de mayor tolerancia carnavalera fue en la etapa del Santiago Galindo Herrero (1958-1960), gobernador civil al que le gustaba asistir a todos los actos que se celebraban. Sin embargo, el espaldarazo a nuestra fiesta carnavalera llegó en 1961, cuando el gobernador civil Manuel Ballesteros Gaibrois, el obispo Nivariense Domingo Pérez Cáceres, y el secretario de Información y Turismo, Opelio Rodriguez Peña, tuvieron la feliz idea de sustituir el nombre de Carnaval por el de Fiestas de Invierno de Santa Cruz de Tenerife.

De esta manera, en 1967, los únicos carnavales que se celebraban en toda España fueron declarados Fiestas de Invierno Turístico Nacional, distinción que, en 1980, alcanzaría el título de Fiestas de Interés Turístico Internacional, por ser una celebración popular, vivida con profunda intensidad, que forma parte de la historia de Santa Cruz de Tenerife.

El primer cartel anunciador de la Fiestas se realizó en 1933, en concurso organizado por el Círculo de Bellas Artes. En los siguientes años, afamados artistas han venido participando en su elaboración, logrando resultados espectaculares.

Ante la categoría y relevancia que estas Fiestas fueron adquiriendo, el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, sentó las bases para su despegue definitivo, y comenzó a programar y organizar los actos que se iban a celebrar.

Certámenes de rondallas, las más veteranas del Carnaval chicharrero, pues se vienen celebrando desde 1891; agrupaciones coreográficas, cuya música está relacionada con la alegoría de la indumentaria que visten; agrupaciones musicales, herederas de la vieja parranda carnavalera; canción de la risa, donde el humor impera por encima de todo, etc.

Concursos de murgas llevan un siglo participando en la fiesta; de comparsas, animan a la participación con su ritmo y armonía; de disfraces, individuales, en pareja, o en grupo, son la esencia del Carnaval.

La elección de la Reina del Carnaval, uno de los actos más emblemáticos de la fiesta que se viene celebrado desde 1935, hecho que tuvo lugar en el Círculo de Amistad XII de Enero, titulo que recayó en la señorita Onagra Lorenzo Díaz. En la actualidad, el certamen es un gran espectáculo en el que las figuras principales son las esbeltas señoritas que, representado a distintas empresas, realzan su belleza luciendo preciosos y deslumbrantes vestidos, diseñados por los expertos en moda.

Una vez finalizados los distintos concursos, todas las agrupaciones citadas, acompañadas de miles de personas disfrazadas, carrozas, coches engalanados, etc. se dan cita en la Cabalgata Anunciadora, que tiene lugar el viernes, anterior a los días grandes de la Fiesta.

Para cerrar los actos, el martes de Carnaval se celebra un Gran Coso en la avenida de Anaga (Francisco La Roche), donde cientos de miles de personas se entregan a la diversión sana y bullanguera, al ritmo trepidante y festivo que generan todos los que, de una manera u otra, han participado en la Fiesta, produciendo una fusión de color y sana alegría.

Entre los carnavaleros ilustres no podemos olvidarnos de Pedro Gómez Cuenca, conocido como el Charlot de Tenerife, el cual ejerció durante varias décadas como embajador del Carnaval tinerfeño por multitud de ciudades europeas.

El Carnaval se despide el miércoles de ceniza con el entierro de la sardina –chicharro-. A esta irreverente procesión, burlesca y desenfadada, se unen plañideras y viudas que, entre lágrimas y desmayos, trasladan al chicharro hasta las proximidades del muelle para que el fuego expiatorio nos libre de los excesos cometidos durante la fiesta. Aunque con esto se da paso a la Cuaresma, tiempo de reflexión religiosa y espiritual, todavía queda la Piñata Chica que se celebra el sábado y domingo siguiente.

El Carnaval es para Santa Cruz de Tenerife más que una Fiesta de Invierno pues el volumen de negocio que mueve el sector profesional de costureras y diseñadores, junto con los comercios textiles y de complementos especializados en la venta de artículos carnavaleros, es un autentico motor de la economía de la capital. De la misma manera, la llegada de visitantes peninsulares y extranjeros estimula los negocios de hoteles, restauración, etc.

Como dato curioso, y con el fin de ponerle una “guinda” a este humilde artículo, recordar que, en 1976, cuando la ciudad de Las Palmas quiso recuperar la fiesta, después de cuarenta años de suspensión, Santa Cruz de Tenerife le envió una representación de nuestro Carnaval. Les gustó tanto que, al año siguiente, la organización canariona contrató a la totalidad de los grupos carnavaleros chicharreros, fletando un ferry para tal fin.

José Manuel Ledesma Ramos, cronista oficial de Santa Cruz de Tenerife