La fábrica de gas de Santa Cruz de Tenerife

El 18 de febrero de 1906, la casa Franke, de Bremen, Alemania, solicitó al Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife la concesión administrativa del servicio público de gas en esta ciudad por un periodo de 75 años, comprometiéndose a fabricarlo y suministrarlo para el alumbrado, calefacción, cocinas y usos industriales.

Aceptada la proposición, en el mes de abril se firmó el acuerdo entre ambas partes y, en septiembre, se constituyó la Gaswerk Santa Cruz de Tenerife, Aktiengesellschaft, siendo su representante en la Isla, Jacob Ahlers.

La fábrica se construyó en el Llano de los Molinos, lindando con la calle Regla o camino de Lazareto. Estaba compuesta de tres edificios: el destinado a hornos y carbonera, la sala de aparatos, y el de oficina y vivienda. La inauguración de la canalización de la red de tuberías por toda la ciudad tuvo lugar a finales del año 1907.

El gas producido por la combustión del carbón, procedente de las cuencas del Rhur (Alemania), se obtenía en un horno por la destilación seca de la hulla, a través de unos recipientes llamados retortas, piezas hechas con arcilla refractaria. El fuego subía hasta la bóveda del horno y desde aquí se distribuía a través de tres generadores, cada uno con 24 retortas, finalizando en una compuerta por la cual se hacía la carga y descarga de la hulla, tarea realizada manualmente, utilizando palas.

Finalizada la destilación, dentro de las retortas quedaba un residuo llamado Coque, que también se vendía como combustible barato en sustitución de la leña y del carbón vegetal, evitando de esta manera la desaparición de la masa forestal del monte de Las Mercedes, adonde diariamente solían acudir hombres y mujeres que, como único medio de ganarse la vida, recogían clandestinamente la leña que luego vendían por las viviendas de Santa Cruz, motivo por el que en las casas existía un espacio para guardarla.

Por ello, era muy  frecuente ver caminado por la carretera de La Laguna a mujeres cargadas con un haz de leña a la cabeza, y hombres con carritos repletos de madera. Estos carritos, llamados “guatiberas”, estaban hechos con rodillos sacados de los juegos de bolas de los automóviles. La presencia de los Guardamontes, redundaría en la conservación de nuestros montes.

Empezando el siglo XX, aparece en nuestra Ciudad un nuevo “invento”, el Gas,  como sustituto la leña y el carbón.

Para convencer a la población de su utilidad y sus múltiples aplicaciones, en la prensa local anunciaban: “Desde la fábrica y por el mismo tubo de conducción ofrece luz, calor y fuerza”. “El gas no ensucia, ni deja residuos, ni tampoco humo ni cenizas”.

Además, la compañía ofrecía al público toda clase de facilidades y comodidades; tales como hacerles gratuitamente las instalaciones, facilitarles una cocina de tres hornillos,  regalarles tres lámparas, no pagar el alquiler de los contadores los tres primeros meses y, para más comodidad de los usuarios, por un módico precio un especialista se encargaba de conservar y limpiar las lámparas y reemplazar los manguitos.

El gas también fue utilizado como fuente de luz en varias viviendas chicharreras, en las que la popular “Lira”, con su camisa de seda entubada, proporcionaba una luz que no deformaba el color de los objetos, como lo hacía la electricidad. Su nombre, “Lira” se debe al parecido con el instrumento musical, aunque de mayor tamaño.

Efectivamente, el alumbrado con gas era superior a los empleados anteriormente, como las lámparas de aceite, las velas y el quinqué. Además ofrecía una serie de ventajas que los otros competidores no tenían, pues se podía utilizar de día y de noche, era limpio, se manejaba con facilidad, y su peligro contra incendios era menor.

Aunque estaba en competencia con el petróleo y la electricidad, puesto que el alumbrado público en Santa Cruz se acababa de inaugurar diez años antes, el 7 de noviembre de 1897; sin embargo, al compararlos con las lámparas eléctricas y los arcos voltaicos se observaba como éstas ardían siempre con la misma intensidad.

Muchas familias llegaron a disfrutar de sus grandes ventajas y comodidades, pues lo utilizaban como fuente de calor en la cocina de las casas, puesto que llevaba todo el calor a las cacerolas, no producía cenizas, ni humo, y los calderos quedaban limpios. También había familias que lo usaban para calentar agua de baños y duchas, e incluso en el planchado de la ropa.

A finales de 1917, y como consecuencia de la I Guerra Mundial, la falta de carbón hizo que la fábrica cerrara y, cuatro años más tarde, la tuvieran que traspasar a la sociedad suiza Aktiengesellsllschatt für Gasunternehmungen, quién hizo mejoras en las instalaciones y en la red de tuberías, reanudando el servicio con mayor diligencia.

Esta nueva empresa producía Naftalina, un carbón especial con el que se obtenía el alquitrán, material con el que se empezó a asfaltar las principales calles de la ciudad; labor que llevaría a cabo el Real Automóvil Club de Tenerife, trayendo al inglés Mr. Pitch para que, con su máquina comenzara a asfaltar (empichar) las calles de Santa Cruz, siendo la primera la de Méndez Núñez.

El 15 de octubre de 1931, la Junta General Extraordinaria de los accionistas de la compañía, reunidos en Zurich, acordó la liquidación de la Fábrica de Gas de Santa Cruz de Tenerife. En ese momento, la red de tuberías de distribución del gas tenía 32.308 metros de longitud, y a ella estaban acopladas 1.327 cocinas sencillas, 270 con horno, 68 baños, etc.

 El día 30 de junio de 1932, la Unión Eléctrica de Canarias S.A. (UNELCO) adquirió todas las acciones de la Compañía, bajo el dominio de la sociedad liquidada.

Pero, debido a las circunstancias bélicas emanadas de la Guerra Civil española (1936-1939), la falta de suministros de carbón adecuado y la situación económica de los abonados hizo que la fábrica tuviera grandes pérdidas.

Con el fin de salir de este contratiempo, los técnicos de UNELCO comenzaron a fabricar fluido de muy buena calidad, por medio de un equipo de “craking” de gasoil, inventado y construido por ellos, y que sería patentado en el Instituto Nacional de Industria, lo que le permitiría normalizar el servicio; aún así, la fábrica tuvo que cerrar definitivamente en 1975. Como dato anecdótico, en esos momentos, a los últimos abonados se les regalaron las cocinas y bombonas que quedaban.

Alma mater de la Fábrica de Gas de Santa Cruz de Tenerife fue Martín Emil Hanke, ingeniero que había llegado de Alemania, en 1913, para instalar los hornos pero, una vez realizado su trabajo, perdió el barco de retorno y, prendado de nuestro paisaje y de nuestra gente, se quedaría como encargado de la fábrica.  

Por la entrevista que mis estimados amigos Antonio Salgado y Álvaro Díaz, le hicieron a su hija, María Luisa Emil Darias, sabemos que se casó con una tinerfeña y que habitaban la vivienda de la Fábrica, en la calle Regla, número 16.

Ganaba 150 pesetas, y con ellas, en su carro de mulas, iba a comprar a Casa Quintero, en la calle San Francisco, todo lo necesario para el abastecimiento de su familia, así como afrecho, millo, trigo y alpiste para sus gallinas, conejos y pájaros que tenía en la huerta de su casa.

Como su hobby era la jardinería, los aledaños de las instalaciones los convirtió en un pequeño vergel, formado por laureles de India, ficus, palmeras, etc.

El gas fue su vida y la causa de su muerte pues, en junio de 1936, cuando estaba reparando una tubería en el barranco de Santos, destrozada por unos anarquistas, ésta deflagró, falleciendo bruscamente.

La Fábrica de Gas de Santa Cruz de Tenerife, fue demolida el 24 de abril de 1993. Ese día, las palas excavadoras entraron en el recinto haciendo desaparecer cien años de la historia industrial de Santa Cruz.

En su lugar, se instaló la Estación de guaguas, construyendo más tarde el  Intercambiador de Transportes. También en sus terrenos se levantó el Palacio de Justicia. 

 

 Por José Manuel Ledesma Alonso