8-M: Agitar conciencias

Solo desde el respeto, la educación y la cultura; solo con un pueblo formado en valores de igualdad, podremos erradicar la discriminación, la insolidaridad, la injusticia o la violencia.

Hoy, 8 de marzo, me adhiero gustoso a la felicitación a todas las mujeres por la celebración de este Día Internacional y me sumo –como vengo haciendo desde siempre– a las voces que reclaman la plena igualdad entre hombres y mujeres.

Ya el pasado año, después de las masivas manifestaciones convocadas en todo el país, tuve la oportunidad de compartir con mujeres chicharreras algunas impresiones en el acto conmemorativo que celebramos en el Ayuntamiento anualmente, una sesión que esta vez tendrá lugar el próximo 21 de marzo.

Las palabras pronunciadas en aquel momento siguen vigentes; es más, cobran mayor significado, porque nuevos riesgos se avizoran en el camino de la justicia social.

Y solo desde el respeto, la educación y la cultura; solo con un pueblo formado en valores de igualdad, podremos erradicar la discriminación, la insolidaridad, la injusticia o la violencia.

Las manifestaciones del pasado año –generalizadas, multitudinarias e intergeneracionales– y las previstas para hoy son el resultado de un proceso que se ha estado tejiendo en las mismas costuras de esta sociedad desde hace tiempo; que ha explotado de la mejor manera posible en democracia: con la expresión firme y pacífica de rechazo a una injusticia; con la expresión firme y pacífica de defensa de unos derechos.

Y aquello no fue producto de un conjuro mágico y colectivo. Fue la primera gran manifestación pública promovida por una generación, especialmente de mujeres, educadas a su vez por otras mujeres curtidas en la batalla por la igualdad.

Mujeres que han persuadido a otras; madres que han persuadido a sus propias madres, a sus hijos e hijas.

Mujeres que han terminado por agitar conciencias como nunca antes, poniéndonos a los demás frente al espejo de un mundo sin ellas, de un día sin ellas.

A todas, gracias.