El legado de César Manrique a Santa Cruz de Tenerife

Una exposición conmemorativa en la Casa de la Pólvora, a partir del jueves 19, resalta el vínculo del artista con esta ciudad

César Manrique Cabrera (Lanzarote 1919-1992). Pintor, escultor, arquitecto, urbanista, paisajista, ecologista, creador de espacios singulares, conservador de monumentos..., ingresó en la Escuela de Arquitectura Técnica de La Laguna, en 1950, abandonando la carrera dos años más tarde al recibir una beca de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, donde se graduaría como profesor de arte y pintura en 1945.

Al terminar sus estudios expone en Venecia y La Habana y, en 1964, se traslada a vivir a Nueva York, ciudad donde el conocimiento directo con el expresionismo abstracto, el arte pop, etc. serían fundamentales en su trayectoria creativa. Durante su estancia en la Gran Manzana expuso individualmente en la galería Catherine Viviano.

En 1966 regresa definitivamente a Lanzarote, justo en el momento en que la Isla comenzaba el desarrollo turístico, motivo por el que, con las autoridades de la Isla, promueve un modelo de intervención en el territorio con el fin de intentar salvaguardar su patrimonio natural y cultural, hecho que sería decisivo para que, en 1993, la UNESCO declarara a Lanzarote como Reserva de la Biosfera. En la actualidad, el turismo y el urbanismo de Lanzarote continúan rigiéndose por sus recomendaciones.

Para Manrique, la naturaleza no sólo fue la referencia fundamental para su creación artística, sino también para su vida pues, no creó en la naturaleza, sino que creó con ella. Su relación con el entorno fue un verdadero y ejemplar compromiso con la defensa del medio ambiente. Gracias al innovador diálogo que implantó entre Arte, Naturaleza y Territorio, no existe otro artista español cuya obra esté tan íntimamente relacionada con el Medio Ambiente.

Galardonado en 1978 con el Premio Mundial de Ecología y Turismo, en 1986 le fue concedido el Premio Europa Nostra.

Durante toda su vida llevó a cabo una serie de espacios singulares en los que la aportación humana quedó integrada en el entorno natural, ensalzando su belleza y sus valores. Su profunda huella se puede contemplar en Lanzarote: Jameos del Agua, Monumento al Campesino, Mirador del Río, El Almacén, Museo de Arte Contemporáneo, Jardín de Cactus, Residencia Real de la Mareta, etc. En Ceuta, el Parque Marítimo del Mediterráneo. En Madrid, el Centro Comercial La Vaguada. En La Gomera, el Mirador de El Palmarejo. En El Hierro, el Mirador de La Peña. En Tenerife, el Complejo Costa Martiánez y acceso a Playa Jardín, en el Puerto de La Cruz, y el Parque Marítimo y la Escuela de Náutica en Santa Cruz.

Parque Marítimo César Manrique, última obra que el genial artista lanzaroteño diseñó antes de fallecer, y que, en 1995, finalizarían sus compañeros y amigos, los arquitectos Alfredo Amigó y José Luís Olcina.

Consta de 22.000 metros cuadrados y está formado por un lago de 7.800 metros cuadrados que se sitúa en torno a una isla, con jardines a diferentes alturas y tres piscinas de agua de mar, todo decorado con elementos naturales como son rocas volcánicas, palmeras y plantas ornamentales, junto a diversas cascadas de agua. El resto de sus instalaciones lo constituyen los vestuarios y áreas de solárium, restaurantes, terrazas,  gimnasio, ludoteca, jacuzzi de aguas termales, zonas de entretenimiento para niños, instalaciones deportivas e incluso una pequeña playa.

Para esta instalación, César Manrique diseño la escultura 'Juguete del Viento', que se encuentra instalada sobre un peñasco de lavas entre el borde de la piscina central y la orilla del mar, en una zona donde sopla el viento con fuerza, lo que hace que sus piezas se vuelvan etéreas y establezcan un complicado y curioso movimiento rotatorio opuesto.

La escultura, realizada en acero corten en los talleres de Aquilino Dorta Pérez, en Arafo (Tenerife), está formada por un tubo de seis metros de altura, situado dentro de un pequeño estanque cimentado fuertemente a la base de sustentación que se encuentra anclada a un prisma cuadrangular de 1,80 m de altura. En la parte superior del tubo se acoplan, alternativamente, 20 aspas en forma de cruz, con 3 y 2 módulos poligonales cada una, instaladas a sotavento y barlovento, de manera que al ser impulsadas por el viento rotan con movimientos opuestos produciendo infinidad de combinaciones. La interpretación e ingeniería de esta obra póstuma que simula los molinos de viento que el artista conoció de pequeño en su tierra natal (Lanzarote), estuvo a cargo de Juan Alfredo Amigó y José Luís Olcina.

Junto al Parque Marítimo, delante del castillo de San Juan (castillo Negro), se levanta la escultura 'Homenaje a Santa Cruz', de 15 metros de altura, 9 metros de ancho y 6.500 kilos de peso.

Realizada en los talleres de Aquilino Dorta Pérez, en Arafo, consta de una estructura fija de acero, forrada de hierro en color blanco, y otra móvil, compuesta de un eje interior de acero inoxidable de 16 aspas que giran en la dirección del viento. Su parte superior tiene forma de diamante y en la inferior tiene dos pirámides invertidas que coronan la instalación dejando una cruz en su interior.

La interpretación e ingeniería de esta obra póstuma de César Manrique Cabrera (1919-1992) estuvo a cargo de los ingenieros Juan Alfredo Amigó y José Luís Olcina. La escultura fue donada por la empresa Domingo Alonso S.A., el 22 de septiembre de 2000. Su coste ascendió a 240.405 euros.

Escuela de Náutica, presidiendo el Salón de Actos, realizó, en 1966, la escultura 'Anatomía de un Barco', de 12 metros de largo, 3,60 metros de alto y 0,50 metros de profundidad, y efecto tridimensional.

Para lograr este ensamblaje artístico utilizó materiales de viejos pailebotes y goletas que estaban en los varaderos del puerto de Santa Cruz de Tenerife, a la espera de ser desguazados y que, con esta nueva forma de escultura, los encumbró y ennobleció, divulgando a la vez el concepto ecológico del reciclaje.

El entramado central de la obra está formado por siete "arranques de mástiles" de distintos tamaños y posiciones donde las "jarcias de amarre" crujen con los "racamentos de las vergas", se suceden a su alrededor varias "roldadas" de madera, unas sencillas y otras triples, con "montones y garruchas". Para forma la quilla del barco utilizó "forros de casco", con "espigas, y mortajas", engranajes del "molinete", trozos de "cuadernas y cabrestantes", etc. La figura del buque termina, en su parte de popa, con un "codaste" completo, unido al "eslabón de una cadena" con una pequeña "hélice". Al observar esta escultura, percibimos que los barcos nacen, viven, sufren, luchan, protagonizan historias y finalmente mueren abandonados y olvidados por quienes vitorearon sus gloriosas singladuras.

En el Bar-Restaurante del mismo Centro Educativo, también llevó a cabo la escultura 'Máquina para la Mar', otro ensamblaje-artístico en el que las distintas piezas utilizadas pertenecían a motores de los pailebotes de la flota artesanal canaria que durante años habían faenado en los caladeros saharianos o mauritanos y que, viejos y cansados, esperaban el desguace en los varaderos del muelle de Ribera del puerto de Santa Cruz de Tenerife.

De 6,5 metros de largo, 2 metros de alto y 0,65 metros de profundidad, tiene en un extremo tres "eslabones" que intentan escapar por los "escobenes" antes de que la "cadena de ancla" muerda el fondo marino; en el otro extremo, un "cabestrante" de madera, tiene las barras de hierro cruzadas para que los marinos sólo tuvieran que aplicar la fuerza necesaria; a su lado, un "molinete" desgastado de subir y bajar las anclas…

Con ella nos da a entender que los barcos tienen alma de acero, donde sus distintas piezas metálicas se sujetan a un misterioso ritmo produciendo extrañas armonías: cadenas, correas, árboles de transmisión, engranajes, cojinetes, rodamientos, bancadas y bastidores se entremezclan con puntales de carga y motones de madera, simple, doble o triple, con sus ganchos, poleas, etc.

José Manuel Ledesma Alonso, Cronista Oficial de la Ciudad de Santa Cruz de Tenerife