El Museo Municipal de Bellas Artes

El centro original fue inaugurado en 1900, donde hoy se encuentra el Parlamento de Canarias, trasladándose un año después a su localización actual

El Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife, dependiente del Organismo Autónomo de Cultura, situado en la calle José Murphy, junto a la plaza del Príncipe, tiene sus orígenes en 1899, cuando un grupo de socios del Gabinete Instructivo, amantes de las artes plásticas (Rodríguez Núñez, Pedro Tarquis, Filiberto Lallier, Gumersindo Robayna y su hijo Teodomiro), crearon la Sociedad de Bellas Artes, germen de lo que más tarde sería el Museo de Bellas Artes.

A principios de 1900, el Ayuntamiento crearía el Patronato de Museos y Bibliotecas, dotándolo con 2.000 pesetas anuales de subvención y abrió el Museo de Pinturas, anexo a la Academia Municipal de Dibujo, nombrando director honorario a Pedro Tarquis y director-conservador a Teodomiro Robayna.

El Museo de Bellas Artes sería inaugurado oficialmente el 25 de julio de 1900, en el edificio Santa Cecilia (actual Parlamento de Canarias) aunque un año más tarde tuvo que ser desalojado porque el inmueble fue comprado por la Diputación Provincial, siendo el Museo trasladado a la sede del Ayuntamiento, en el antiguo convento franciscano de San Pedro de Alcántara, en la plaza de San Francisco, utilizando para ello la sala de sesiones de la Corporación, que era estrecha y oscura.

En 1906, una vez que el Ayuntamiento pasó a ocupar su nuevo edificio, en la calle Viera y Clavijo, esquina a Méndez Núñez, Patricio Estévanez propuso que se reorganizaran los locales existentes en el antiguo convento, separando los destinados a Museo y Biblioteca, de la Escuela, la Cárcel, el Juzgado de 1ª Instancia, la Diputación Provincial y el acuartelamiento del Batallón de Canarias.

En las nuevas dependencias, inauguradas el día de Navidad de 1908, se exponían las banderas inglesas recuperadas después de la Gesta del 25 de Julio, que se habían resguardado y conservado en cajones hechos por el Ayuntamiento en 1840; las piezas que habían reunido Tarquis y Robayna; un lote de cuadros procedentes del Museo del Prado que trajo Luís Maffiote para montar una exposición en el Teatro Guimerá con motivo de las Fiestas de Mayo de 1900; doce cuadros, dejados en depósito por el Museo de Arte Moderno de Madrid; una colección completa de láminas de Los Caprichos de Goya; y cuatro representaciones pictóricas, cedidas en depósito por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes.

Edificio multiusos

En 1925 se convocó un concurso de anteproyectos, al que sólo concurrió el arquitecto Eladio Laredo, para levantar un edificio multiusos en el que tendría cabida, además del Museo de Pintura, Escultura y Antigüedades, la Biblioteca Municipal, la Audiencia, los Juzgados de Primera Instancia, el Juzgado Municipal, el Parque de Bomberos, la Casa de Socorro y las viviendas del presidente de la Audiencia, del fiscal Jefe y del portero. Para ello se contaba con un crédito de 145.000 pesetas, concedido por el Cabildo Insular.

Como las relaciones del director de la obra con el contratista Roque Montesdeoca fueron difíciles y polémicas, debido a la cantidad de variaciones que se fueron introduciendo sobre la marcha, en 1933, al finalizar los trabajos, el resultado final vendría a demostrar que no satisfizo totalmente a ninguno de los usos a los que se le pretendió dedicar, pues el concepto museístico quedaba muy desfasado, al disponer de varias salas de grandes dimensiones para las obras de arte más importantes, y haber compartimentado las diferentes plantas en pequeños cubículos.

Como curiosidad, los suelos que adornan los pasillos del Museo fueron comprados del remate sobrante de los mosaicos del pabellón de Canarias, en la Expo de Sevilla de 1929, que también fue realizado por Eladio Laredo.

En el edificio, de estilo clasicista, quedaría incorporada la torre del antiguo convento, único elemento que se respetó, junto con las iglesias de San Francisco y la Orden Tercera.

El frontis del Museo resultó una gran novedad para la ciudad, pues era la primera fachada cortina en la que en sus intercolumnios se colocaron bustos de diez intelectuales y pensadores, como marco y homenaje a las figuras relevantes de la historia y la cultura de Tenerife, realizadas por el escultor Compañ en 1932. Los siete que están situados en la fachada principal, dando a la calle José Murphy, corresponden a Teobaldo Power, músico y compositor; Ángel Guimerá, poeta y dramaturgo; Juan de Iriarte, gramático y literato; Antonio de Viana, poeta; Villalba Hervás, periodista, historiador y político; Viera y Clavijo, historiador y polígrafo; Bethencourt y Molina, ingeniero e inventor; mientras que los tres que dan frente a la calle Ruiz de Padrón, son: Nicolás Estévanez, militar, político y escritor; Tomás de Iriarte, literato; y Valentín Sanz, pintor.

Distribución y contenidos

La primera planta de edificio contiene las salas de exposiciones temporales. La segunda consta de diez salas para las exposiciones permanentes, y la tercera planta dedicada a pinturas de Historia. En la planta del sótano, donde estuvo la Biblioteca Municipal, se encuentra el almacén visitable, que permite pasear entre 600 obras, pinturas, esculturas y grabados. Para conservar todas las obras de arte, se le han incorporado controles de humedad, y cámaras de seguridad.

La muestra pictórica la constituyen colecciones de pintura flamenca (s. XVII); pintura barroca española (siglos XVII y XVIII); pintura barroca canaria (siglos XVII y XVIII); pintura de historia (s.XIX); retratos (siglos XIX y XX); paisajistas canarios (siglos XIX y XX); últimas vanguardias.

De ellas destacamos el Tríptico de Nava y Grimón, del pintor flamenco Pieter Coecke; San Andrés, de José Ribera; Orfeo, de Bueghel; retrato de la Reina Isabel II, de Federico de Madrazo; Retrato de Fernando Viscaí, de Sorolla; grabados de Goya; etc.

Así como la mayor y más completa representación de pintores y escultores canarios, algunos de muy apreciable mérito, como Gaspar de Quevedo, Cristóbal Hernández de Quintana, Juan de Miranda, González Méndez, etc.

En 1940, el Marqués de Lozoya, gran divulgador del arte español, impulsaría un segundo y tercer envío procedente del Museo de El Prado, dentro del programa El Prado Disperso que, junto con las que habían venido en el año 1900, conforman una colección de treinta y siete obras pictóricas, de Sorolla, Ferrant, etc. y cinco esculturas de Benlliure, Querol, etc.

El Museo también acoge donaciones particulares, legados vía testamento, tales como esculturas, monedas, muebles, porcelanas; de ellos destacan el escritorio de Villalba Hervás; parte de la verja de la antigua Casa de Socorro; trozos del balcón del Hotel Camacho, etc.

Las actividades más importantes que lleva a cabo el Museo son las visitas guiadas, presentación de libros, ciclos de conferencias, audiciones musicales, etc.

José Manuel Ledesma Alonso, Cronista Oficial de la Ciudad de Santa Cruz de Tenerife