110 años de la visita de Alfonso XIII a Santa Cruz de Tenerife

La llegada del monarca se produjo en la mañana del 26 de marzo de 1906, acompañado por los infantes María Teresa y Fernando de Baviera, ministros y políticos

El Rey Alfonso XIII llegó al puerto de Santa Cruz de Tenerife a las 9:30 de la mañana del día 26 de marzo de 1906, a bordo del trasatlántico Alfonso XII, habilitado como cruceros auxiliar y remozado completamente para la ocasión pues los camarotes de primera clase  fueron convertidos en departamentos reales.

El trasatlántico venía escoltado por el yate Giralda, el crucero Extremadura, el acorazado Pelayo y el Princesa de Asturias. A su entrada al Puerto fue saludado desde la batería de salvas (calle del Saludo) por los 21 cañonazos de rigor, y por las sirenas de las embarcaciones surtas en el muelle, pues, según orden de la Comandancia de Marina, todos los barcos y botes que se encontraban en el Puerto debían estar adornados con sus empavesadas y los Consignatarios y Armadores premiarían a los mejores.

El Rey venía acompañado de sus hermanos, los Infantes María Teresa y Fernando de Baviera, y un amplio séquito de Ministros y Políticos para que tomaran nota de las necesidades de las Islas pues, en esa época los únicos puertos existentes estaban en Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas, Puerto de Cabras y Arrecife, además de una serie de pequeños desembarcaderos por donde los barcos de cabotaje se comunicaban con los puertos principales, pues la mar era la mejor carretera para desplazarse, debido a que sólo existían 300 km. de carretera en todo el Archipiélago, 50 en La Palma, 20 en Fuerteventura y el resto en Tenerife y Gran Canaria, mientras que Lanzarote, La Gomera y El Hierro no tenían ni un solo kilómetro de red viaria.

Debido a que el cable telegráfico Tenerife-Cádiz estaba averiado y la vía telegráfica de Dakar no se podía utilizar, dado su carestía -dos francos por palabra-, para poder avisar de la llegada del Rey a las distintas Islas previamente se enviaron jaulas con palomas mensajeras a las siete Islas.

Cuando el Rey Alfonso XIII llegó al desembarcadero de Los Platillos, situado en el arranque del muelle Sur, fue cumplimentado por las autoridades en un templete Real de estilo ecléctico, realizado en tela de lona con colgaduras y ricas alfombras, diseñado por el arquitecto Mariano Estanga y Arias Girón (Valladolid, 1867-Madrid, 1937). Los muebles para adornar el citado desembarcadero fueron cedidos por Obras Públicas y, como dato curioso, la gente del pueblo se los "repartió" como recuerdo de la visita.

A la salida del muelle, dos arcos de flores, uno realizado por el Ayuntamiento y el otro por los vecinos, le daban la bienvenida a la Familia Real, que iba en un coche tirado por cuatro caballos, perteneciente a la Casa de Nava; le seguía la comitiva regia y las autoridades locales. Desde el Muelle se dirigieron a la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, donde el Obispo ofició un Te Deum, cantado por la Sociedad Filarmónica. Todas las Sociedades y Centros le esperaban con sus estandartes y las mujeres, lanzaban palomas y flores a su paso.

A continuación, en Capitanía General, se celebró una recepción y la revista de las fuerzas armadas. Los oficiales de reserva de Canarias expusieron sus aspiraciones, el Magisterio le pidió la gratificación de residencia, los jefes de las Kábilas fronterizas a Río de Oro el fomento de las relaciones comerciales, y el Asilo Victoria el poder llevar el nombre de la futura Reina y su protección.

Por la tarde, presenciaron una fiesta canaria en la Plaza de Toros, organizada por el Salón Frégoli, luego se dirigieron al Hotel Quisisana y a la Diputación, donde tuvo lugar un banquete, al que acudieron la prensa, el comercio y los estudiantes. Por último, visitaron el Casino.

La tarde del día siguiente la dedicó a recorrer los cuarteles, mientras la Infanta  hacía lo mismo por los establecimientos benéficos. Luego marcharía a presenciar una regata en el Club Náutico, sociedad a la que le concedió el título de Real. Por la noche asistió al banquete ofrecido en el Teatro Municipal por los agricultores y exportadores de frutos. En este acto, los políticos (marqués de Casa-Laiglesia, Romeo, Poggio, etc.) y los ministros de Marina (Sr. Concas), Guerra (general Luque) y Gobernación (Conde de Romanones) pronunciaron discursos sobre los problemas canarios y su pronta solución.

El día 29, asistió a la Jura de Bandera, visitó las dependencias de la Cruz Roja y colocó la primera piedra del monumento a O'Donnell, en la actual Plaza del 25 de Julio.

Alfonso XIII se despediría de los tinerfeños con la recepción y almuerzo para 300  personas a bordo del barco. En este acto, el alcalde de Santa Cruz, Sr. Schwartz, y el Gobernador Civil, Sr. Ledesma, recibieron 5.000 y 4.000 pesetas, respectivamente, para los pobres y establecimientos benéficos. El Rey se llevaría valiosos presentes y el cariño del pueblo.

Durante su estancia en Tenerife pernoctó en el trasatlántico, en lugar de hacerlo en las diferentes residencias adecuadas para ello, el Hotel Quisisana en Santa Cruz y el Hotel Taoro en el Puerto de La Orotava.

Durante su estancia también visitó La Laguna, Tacoronte, Puerto de La Cruz y La Orotava. Terminada la visita a Tenerife, la escuadra zarpó hacia la isla de La Palma pero, debido a la mar de leva, tuvo que cambiar el rumbo y dirigirse a Gran Canaria donde, debido a lo inesperado de su llegada, sólo fue saludado por los 21 cañonazos de la batería de salvas.

En la isla de La Palma tuvo que desembarcar por un muelle provisional al estar el Puerto en construcción.

En la isla de El Hierro les fue imposible desembarcar en el puerto de La Estaca por el mal tiempo reinante pero, entonces, el Rey dijo: "Arríese un bote, no quiero ver tierra española, sino pisarla". El bote en el  que iban los músicos zozobró, hundiéndose y estropeándose la mayoría de los instrumentos.

Una vez en tierra, el Rey trepó por un estrecho sendero entre las rocas y llegó hasta el público que lo esperaba y, aunque se habían preparado 20 caballos para llevarlo a Valverde, el mal estado del camino y las inclemencias del tiempo lo desaconsejaron, quedando sus habitantes decepcionados pues habían adornado sus calles y casas y preparado un refrigerio en casa del cura.

En La Gomera se encontraron con las mismas dificultades para desembarcar, pues no había muelle; no obstante treparon por las rocas. El Rey lo haría a hombros de "El Palomo", un forzudo y robusto gomero.

Su estancia en la isla Colombina fue muy corta pues antes del anochecer los buques zarparon con rumbo a Fuerteventura.

En Lanzarote, después de realizar los actos protocolarios, marcharon a ver los depósitos de agua que estaban en construcción, a dos kilómetros de Arrecife, utilizando como medio de transporte los camellos. Como el Monarca lo hizo a galope, los demás intentaron  seguirlo, motivo por lo que más de uno se cayó al suelo. La bajada de los camellos no fue menos curiosa.

El camellero le dijo al Rey: “Ilustrísima, eso no lo hago yo, ni nadie en el mundo. A lo que el Soberano le replicó con risas estrepitosas, llámame como quieras pero yo no soy Obispo y no te puedo hacerte cura; sin embargo soy más camellero que tú."

La escuadra zarparía para la Península el día 5 de abril, a la 5:30 de la tarde.

José Manuel Ledesma Alonso, Cronista Oficial de la Ciudad de Santa Cruz de Tenerife