120 años del naufragio del vapor 'Flachat' en las costas de Taganana

A causa de la nula visibilidad producida por la calima, chocó contra alguna de las múltiples bajas que caracterizan los fondos de este litoral

El vapor francés Flachat, construido en los astilleros M. Pearce&Co, en Stockton (Liverpool), en 1880, propiedad de la Compagnie Générale Transatlantique, de 2.227 toneladas, era un velero de tres palos, con aparejo de bergantín-goleta, y motor con máquina alternativa de triple expansión que le imprimía una velocidad de 10 nudos. Medía 90 m. de eslora, 11 m. de manga y 7,6 m. de calado. La tripulación la formaban 50 hombres.

Había salido del puerto de Marsella (Francia), el 12 de febrero de 1898, al mando del capitán Leroy, con destino a los puertos de Barcelona, Málaga, Santa Cruz de Tenerife, La Guaira (Venezuela), Colombia y Costa Rica. Llevaba un cargamento de caballos, harina, vino, imágenes para una iglesia de Venezuela, etc. Los consignatarios en  Tenerife eran Hardisson Hermanos. Viajaban 51 pasajeros (franceses, italianos, turcos y españoles); de ellos, cuatro eran niños.

A las 23:30 del 15 de febrero de 1898, cuando navegaba frente a Taganana, en las inmediaciones de la playa de Anosma, entre la Punta de Las Manchas y los Bajos Verdes de Anaga, a causa de la nula visibilidad producida por el polvo sahariano en suspensión (calima), denominado entonces “lluvia de arena”, el buque chocó contra alguna de las múltiples bajas que caracterizan los fondos de este litoral, partiéndose en tres pedazos.

A la mañana siguiente, los marineros del vapor Susu, barco de cabotaje de la compañía Elder&Dempster que hacía la ruta Garachico-Santa Cruz de Tenerife, divisaron los mástiles y la chimenea de un barco. Pusieron proa hacia el lugar de la tragedia, arriaron un bote, patroneado por Rafael Rodríguez Campanario, un joven y valiente marinero de Taganana, y se acercaron hasta divisar un grupo de trece personas que se encontraban sujetas a un pequeño bote de madera semihundido, al que le ataron un cabo y lo remolcaron hasta el Susu, donde fueron atendidos.

Entre los rescatados se encontraba el capitán Leroy, el segundo oficial, seis miembros de la tripulación (4 paleros, el cocinero, y el calderero), cuatro tripulantes de cubierta y, uno de los tres pasajeros españoles, Rafael Muñoz, natural de Cartagena, que había embarcado en Barcelona y que, curiosamente, ya había naufragado dos veces.

El bote del Susu regresó de nuevo al lugar del siniestro, en busca de los náufragos que aún permanecían en la proa del barco pero, como la barrera de rocas le impedía rescatarlos, Rafael Rodríguez Campanario les tiró varios salvavidas para que se aferraran a ellos, con la mala fortuna que, en ese momento, el palo mayor y la chimenea se desprendieron y, en su caída, arrastraron a todos los que estaban aferrados a los aparejos del barco, desapareciendo bajo las impresionantes olas, y ante la impotencia del marinero.

Al día siguiente, el Susu salió del puerto de Santa Cruz en busca de más náufragos, recogiendo a dos supervivientes que habían podido llegar a tierra por sus propios medios, y que estaban siendo atendidos por vecinos de Taganana.

Para el lugar de la tragedia también partió el remolcador Tenerife, llevando a bordo al alcalde de Santa Cruz de Tenerife, Sr. Schawartz, al doctor Guigou y al farmacéutico don Emilio Serra, quienes, después de inspeccionar la zona, recogieron a nueve náufragos que estaban al cuidado del pescador don Andrés Abreu González. De ellos, dos presentaban heridas de gravedad.

El 21 de febrero, en la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, de esta capital, se ofició un funeral por el eterno descanso de los 43 pasajeros y 34 tripulantes fallecidos, al que asistieron las primeras autoridades civiles y militares y gran cantidad de fieles. Varios de los fallecidos fueron enterrados en el cementerio de San Andrés.

Para ayudar a los 24 supervivientes, algunos con heridas de consideración, los periódicos locales y los comerciantes de Santa Cruz llevaron a cabo una suscripción popular; con lo obtenido en la colecta se les pudo paliar sus necesidades más perentorias hasta que, diez días después del suceso, fueron reembarcados en el Vauban.

La naviera francesa, en agradecimiento al acto heroico llevado a cabo por la tripulación del Susu, le entregó la Medalla al Valor al capitán don Ezequiel Crespo y al primer oficial don Rafael Rodríguez Campanario. Al resto de la tripulación les concedieron un diploma y una gratificación económica. Como reconocimiento al valor de su abuelo, el nieto de don Rafael talló una maqueta del Flachat que se encuentra, como exvoto, en la parroquia de Taganana.

El torrero del Faro de Anaga, don Antonio López-Balboa Loureiro, alertado por el constante sonar de la bocina de un vapor, en demanda de auxilio, relata que el 15 de febrero de 1898, a las 23:30, se acercó a la costa en busca de supervivientes y se encontró a un cabrero del barrio de Las Bodegas que intentaba abrir una caja de cinc que había sido arrastrada por las olas hasta la playa. Dentro de ella habían dos cajas de madera; una, con una imagen de Cristo Crucificado (Cristo del Naufragio) con los brazos desmembrados, puesto que era la forma de embalarlo; y, en la otra, una Inmaculada Concepción, imagen que recibiría culto en casa de doña Ambrosia Melián  hasta 1912, en que fue cedida a la Iglesia.

La tradición cuenta que el cabrero, decepcionado por no haber encontrado objetos de valor material dentro de las cajas, con el regatón de su lanza dañó las extremidades del Cristo, quedando cojo para el resto de sus días.

En 1907, don Antonio López-Balboa Loureiro le encargaría al escultor palmero, don Arsenio de las Casas Martín, que armara y retocara el Cristo para poder exponerlo al culto. Las 300 pesetas que costó este trabajo fueron abonadas por la Cofradía de Nuestra Señora de las Nieves. Una vez restaurado, el coronel de ingenieros don Ángel María Rosell y Laurre le mandó construir un altar –ya desaparecido- cerrándolo con cristaleras para su protección.

El Cristo del Naufragio, escultura de madera policromada, de 157 cm,  realizada en la Escuela de Artes y Oficios de Sarría (Barcelona) en 1898,  está declarada Bien de Interés Cultural (BIC), puesto que la Parroquia de Nuestra Señora de Las Nieves de Taganana y los bienes muebles vinculados a la misma tienen categoría de Monumento (Decreto 130/2006, de 26 de septiembre).

La devoción a esta Imagen daría lugar a la creación (1914) de la Esclavitud del Santísimo Cristo del Naufragio, cuyo impulsor sería el citado farero. Sus componentes vestían traje y guantes negros y llevaban un crucifijo pendiente de un cordón rojo. Entre sus objetivos estaban: prestar auxilio a las víctimas de cualquier accidente marítimo, y ofrecer cada año un funeral en memoria de los fallecidos en el vapor Flachat.

Su festividad se celebraba el 3 de mayo, con actos religiosos y populares. Después de la función cantada, el Cristo salía en procesión por los alrededores de la plaza, entrando en la ermita de Santa Catalina.

En la actualidad, la Imagen forma parte de la procesión del Jueves y Viernes Santo, flanqueado por Santa María Magdalena y San Juan Bautista, preciosas tallas que fueron realizadas por el escultor don Arsenio de las Casas Martín, mientras se encontraba en Taganana reparando el Cristo.

José Manuel Ledesma Alonso, Cronista Oficial de la Ciudad de Santa Cruz