150 años del fallecimiento de Leopoldo O'Donnell y Joris

Natural de Santa Cruz de Tenerife, presidió el Consejo de Ministros en tres periodos distintos.

Leopoldo O’Donnell y Joris. Teniente General, Duque de Tetuán, Grande de España, Conde de Lucena y Vizconde de Aliaga. Presidente del Consejo de Ministros en tres ocasiones. Ministro de la Guerra, de Ultramar, de Estado y de Marina.

Nació en Santa Cruz de Tenerife, el 12 de enero de 1809, siendo el menor de los dos hijos del matrimonio de Carlos O'Donnell y Anethan, y Josefa Joris de Casaviella.

Su familia paterna, de origen de origen irlandés,  estaba  al servicio de la monarquía española desde el siglo XVIII. Su padre fue director y coronel general del Real Cuerpo de Artillería y Comandante General de Canarias.

Contrajo matrimonio en Barcelona, por poderes, el 23 de noviembre de 1837, con Manuela María Bargés y Petre, y no tuvieron descendientes.

Galdós, en sus Episodios Nacionales, lo define como “un chicarrón de alta estatura y los cabellos de oro, bigote escaso, azules ojos de mirar sereno y dulce; fisonomía impasible, estatuaria, a prueba de emociones; para todos los casos alegres o adversos, tenía la misma sonrisa tenue, delicada, como de finísima burla o estilo anglosajón”.

Su casa natal, hoy desaparecida, se encontraba en la esquina de la calle San Francisco con la del Castillo, en la parte alta de la que entonces era plaza de la Pila, luego de la Constitución y actualmente de La Candelaria.

Su nombre se le puso a una calle de Santa Cruz de Tenerife, en 1867, la que va desde la plaza 25 de Julio a la calle Numancia. También se colocó una lápida en su casa natal, costeada por suscripción pública, con un máximo de 10 reales por persona. En la placa se podía leer: “En esta casa nació el Capitán General D. Leopoldo O’Donnell y Joris, Primer Duque de Tetuán, en doce de Enero de mil ochocientos nueve.”

Pero, en 1880, cuando la firma Buchle y Lemaitre demolió la vieja casa para construir una nueva se le pidió que repusiera la citada placa, hecho que se le  volvería a recordar tres años más tarde, pero nunca llegó a colocarse. Consideramos que ha llegado el momento de que se reponga.

En 1901, el alcalde Pedro Schwartz solicitó a las Cortes que le concedieran el bronce necesario para levantar un monumento al general Leopoldo O'Donnell. El 29 de marzo de 1906, a las once y media de la mañana, con la presencia de S.M. Alfonso XIII, su hermana Teresa de Borbón, su cuñado Fernando de Baviera y los ministros de la Guerra y la Gobernación, el Obispo Rey Redondo bendijo la primera y única piedra que se colocó en el citado monumento en la que luego se llamaría Plaza del Rey, actual Plaza de los Patos, abriéndose una suscripción a nivel nacional para llevarlo a cabo.

El Gobierno regalaría al Ayuntamiento un busto del ilustre tinerfeño, cuya reproducción fue colocada hace pocos años en un inadecuado y anodino rincón del parque García Sanabria, en unas condiciones que, más que honra, producen sonrojo y lástima. Esperamos que pronto se le pueda levantar un digno monumento.

Leopoldo O'Donnell y Joris ingresó en el Ejército absolutista (Regimiento de Infantería Imperial Alejandro) con el grado de Subteniente a la edad de 14 años.

Como teniente de granaderos de la Guardia Real, acompañó a Fernando VII en la expedición a Cataluña de 1828, poniendo fin a la revuelta de los “agraviados”, siendo ascendido a Capitán.

A la muerte de Fernando VII, en 1833, estalló la 1ª Guerra Carlista entre los partidarios de su hija, Isabel II (isabelinos) y los de su tío, Carlos María Isidro de Borbón (carlistas). El capitán Leopoldo O´Donnell se alineó en el bando isabelino, a pesar de tener a su padre y varios hermanos en los carlistas.

Tras varios ascensos por méritos de guerra, en la acción de Unzá, al desalojar a las huestes de don Carlos de las alturas de Gabarreta (mayo de 1836), fue ascendido a Brigadier y premiado con la Cruz de San Fernando de Tercera Clase.

En la campaña del Norte (1837), su eficaz actuación, evitando la sublevación de Hernani defendiendo brillantemente San Sebastián, y venciendo de nuevo a los carlistas en las inmediaciones de Oyarzun, hizo que fuese promovido a Mariscal de Campo.

En 1839, como capitán general de Aragón, Valencia y Murcia, demostró sus grandes virtudes militares al vencer al general Cabrera en la batalla de Lucena (17 de julio de 1839). Por este brillantísimo hecho de armas le fue concedido el condado de Lucena y ascendido a Teniente General.

Tras la Revolución Progresista que provocó la renuncia a la Regencia de María Cristina de Borbón Dos Sicilias, tuvo que emigrar a Francia, en septiembre de 1840, por sus convicciones moderadas.

Regresaría en 1841, para encargarse de alentar la sublevación militar de Pamplona contra la Regencia de Espartero, pero, al fracasar el asalto al Palacio Real, tuvo que volver a refugiarse en Francia.

El Gran Pronunciamiento de octubre de 1843, que permitiría el triunfo de los moderados, haría que el general Narváez le nombrara Capitán General de Cuba (1844-48). Durante estos cinco años impidió que se produjera un “gobierno en el exilio”, debido a las ambiciones británicas y la peligrosa ingerencia norteamericana.

Al regresar a la Península sería nombrado senador vitalicio y director general de la Academia de Infantería de Toledo.

En 1854, ante la escandalosa corrupción administrativa y la creciente restricción de las libertades públicas, O'Donnell capitaneó un acuerdo entre moderados disidentes y progresistas excluidos; sin embargo, la Reina Isabel II designaría a Espartero como presidente del Consejo de Ministros y a O'Donnell lo nombraría Ministro de Guerra.

El entendimiento entre los dos caudillos resultó imposible. En 1856, cuando Espartero es derrocado, O'Donnell consiguió articular su propio partido, la Unión Liberal, bajo la inspiración de Cánovas del Castillo. El nuevo partido ocupó por primera vez el poder, en 1858,  encarnando la etapa más brillante del reinado de Isabel II pues la activación de la riqueza, mediante la desamortización civil, lograría que surgieran empresas generadoras de trabajo.

Durante esta etapa de Presidente del Gobierno, le fue concedido a Santa Cruz de Tenerife el título de Ciudad (29 de mayo de 1859).

El 22 de octubre de 1859, España le declara la guerra a Marruecos, y O'Donnell se pone al frente de las tropas expedicionarias que ocuparon Tetuán.  El Tratado de Wad-Ras, que puso fin a la guerra, reconocía las posesiones españolas en el norte de África. Esta victoria le valió el título de duque de Tetuán, con Grandeza de España.

En 1862, España envió una expedición científica a Sudamérica escoltada por cuatro navíos de guerra  como elementos de apoyo. Ante las reclamaciones de ciudadanos de aquellas ciudades por esta demostración de fuerza, se produciría, en 1864, la Guerra Hispano-Sudamericana,  en la que la gesta del almirante Casto Méndez Núñez y del capitán de navío chicharrero, Juan Bautista de Antequera, que mandaba la fragata Numancia, tendrían gran relevancia.

Leopoldo O'Donnell estaría gobernando hasta 1863, en que presenta su dimisión,  iniciándose el declive que había de conducir, cinco años después, a la crisis del sistema y de la Monarquía.

En 1865, las protestas estudiantiles ocurridas por el cese de Emilio Castelar y la sangrienta represión por parte del gobierno en la noche de San Daniel, de nuevo forzaron a O´Donell a hacerse cargo de la presidencia del Gobierno y el Ministerio de la Guerra.

A ésta etapa en el Gobierno se le atribuye, entre otras cosas, la rápida expansión de las líneas de ferrocarril y el desarrollo experimentado por la Marina de guerra.

Tras la sublevación contra Isabel II, alentada por el general Juan Prim, el 22 de junio de 1866, en la que, contra el criterio de O'Donnell, se impuso un severo castigo a los sargentos del cuartel de San Gil, las desavenencias con la soberana hicieron que entregara el gobierno a Narváez.

Retirado en Biarritz (Francia), falleció el 5 de noviembre de 1867. Sus restos mortales fueron trasladados a la Basílica de Atocha (Madrid) hasta que, en 1870, fueron inhumados en la iglesia del convento de las Salesas Reales, en un mausoleo de estilo renacentista, labrado en mármol de Carrara por el escultor Jerónimo Suñol.

José Manuel Ledesma Alonso, Cronista Oficial de la Ciudad de Santa Cruz de Tenerife