Leopoldo von Buch, primer geólogo que estudió los volcanes del Archipiélago Canario

Leopold von Buch (Brandeburgo, Alemania, 1774 – Berlín 1853).

Estudió geología en las universidades de Halle y Góttingen. Ingresó en la Academia de la Ciencias de Berlín y fue miembro honorífico en más de cincuenta sociedades científicas en Alemania, Francia e Inglaterra.

Buch reunía en su persona una serie de características que lo convirtieron en un científico excepcional, pues tenía una sólida formación en todas las ramas de la ciencia, una memoria prodigiosa, gran capacidad de trabajo y una condición física que le permitió recorrer a pie varias regiones de Alemania, Italia, Alpes suizos, Escandinavia y las islas de Tenerife, La Palma, Gran Canaria y Lanzarote, por lo que está considerado el primer senderista alemán que vino a las Islas Canarias y el primero que subió al Teide por el lado Sur.

Estancia en Tenerife

Leopold von Buch llegó al puerto de Santa Cruz de Tenerife el 6 de mayo de 1815, con el fin de completar la obra que su amigo Humboldt no había podido llevar a cabo quince años antes. Venía acompañado de Christian Smith (Noruega, 1785 - Congo, 1816), médico y botánico con quién realizaría el primer catálogo científico de la flora del Archipiélago.

La primera ascensión al Teide la emprendieron desde el puerto de La Orotava. A la semana siguiente volvieron a realizar la misma caminata, pero ahora desviándose en el llano de las retamas para dirigirse al sur de la Isla, donde al recorrer el barranco del Infierno quedaron maravillados de la cantidad de agua y vegetación existente. Luego bajaron a Los Cristianos, extrañándose de su aridez; cruzaron el Valle de Santiago hasta llegar a Icod, caminando por las riadas de lava que habían destruido Garachico en 1706. Desde aquí regresaron a La Orotava.

En este recorrido llevaría a cabo el primer estudio detallado del conjunto volcánico de la Isla, implantando la teoría de los cráteres de elevación como explicación científica de la formación de las calderas.

En su estancia en La Laguna, del 12 al 23 de junio, dedicaría muchas horas a investigar en la biblioteca del Marqués de Nava y realizaron excursiones al Monte de Las Mercedes, Taganana, Tegueste, Tacoronte, etc.

El 24 de junio bajaron a Santa Cruz para conocer a Francisco Escolar, un ciudadano que había investigado todas las Islas desde el punto de vista geognóstico, siéndole sus colecciones y datos de bastante utilidad.

Desde la capital se dirigieron a Candelaria y Güímar. Por la mayoría de los pueblos por donde pasaban “los famosos doctores” recibían la hospitalidad de sus habitantes que les ofrecían cama y comida, e incluso llegaron a beber la leche de cabra recién ordeñada por los pastores.

Después de pasar más de tres meses recorriendo la isla de Tenerife se desplazaron a Gran Canaria, donde estuvieron del 28 de junio al 11 de agosto. En La Palma permanecieron del 21 de septiembre al 3 de octubre. La visita y estancia en Lanzarote, del 17 al 27 de octubre, fue durante la estadía que realizó el barco en el que regresaban a Inglaterra, con el fin de completar su carga con barrilla.

De sus recorridos por las Islas nos deja innumerables observaciones; por ello, la introducción de su obra puede considerarse como la primera guía turística para viajeros alemanes, pues contenía cuadros estadísticos  de temperaturas, lluvias, vientos, población; altura de las montañas; sinopsis de la flora; producción de vino, orchilla y barrilla; descripciones geognósticas; naturaleza de las manifestaciones volcánicas y su conexión con otros volcanes de la tierra; mapa de Tenerife, etc.         

En 1819, cuatro años después de haber estado en Tenerife, Buch comenzó a publicar sus trabajos en la revista Abhandlungen der Physikalischen Klasse der Akademie der Wissenschaften, recopilándolos en un solo volumen en 1825, con el título Descripción física de las Islas Canarias. De la traducción, realizada por el tinerfeño José A. Delgado Luis, hemos entresacado:

“…El cráter no es más que una solfatara de vapores sulfurosos que son liberados del interior tanto por la cima como por el recinto exterior. Estos vapores transforman las rocas en una arcilla blanca y el azufre se deposita en el interior de los huecos formando hermosos cristales…

Desde los puntos donde terminan los peñones perpendiculares que forman el circo, por encima de Adeje, toda la falda de Las Cañadas está cubierta de lavas volcánicas, las cuales integran masas tan considerables que se extienden sobre un espacio de varias leguas, formando pequeñas corrientes negras y desiguales. Una gran cantidad de conos que se elevan a una corta distancia, un poco más arriba de ese mar de lavas, y otras bocas volcánicas que se contemplan en dirección a la montaña de Chahorra, indican nítidamente las fuentes de donde han emanado esas prodigiosas masas de materiales...

El Pico y la montaña de Chahorra deben ser considerados como un solo volcán con dos cumbres, pues la distinción entre los dos conos solo aparece evidente porque el Pico se eleva a una altura más considerable. En medio de la pendiente, las dos montañas están enteramente unidas y no presentan discontinuidad alguna. Por tanto, es evidente que los dos volcanes no son otra cosa que una inmensa cúpula de traquita, rodeada casi enteramente por un manto de capas basálticas. Su forma y su situación hacen suponer que fueron originados por el levantamiento de una masa, empujada por las fuerzas internas, al abrirse de paso y que, al romper en medio del cráter de levantamiento, provocaron que la masa superior tomara la forma de una bóveda…

En la isla de Tenerife no debe considerarse más que un solo volcán, que es la cúpula traquítica al que se ha dado el nombre de Teide y que las erupciones laterales de tiempos históricos se han producido en las proximidades del cono principal y forman parte del cráter central.

Los conos están situados siguiendo una línea que discurre desde aquella base hasta los roques del circo; por consiguiente, esta disposición señala la línea de fractura. Las bocas inferiores se encuentran bastante más abajo que las más altas. Éstas vomitaron muy poca lava, pero de la tercera emanó una corriente que se prolongó muy lejos. Alcanzó los roques del circo y se extendió por el lugar conocido como Cañada. La muralla que forman estos roques impidió que continuara más allá y alcanzara los lugares habitados.

Por el lado oeste, casi en el extremo del recinto de roques que rodea el circo, en la base de la montaña de Chahorra, se elevan cuatro conos volcánicos que, el 17 de junio de 1798, recordaron a los habitantes de Tenerife que vivían al pie de un volcán”.

 

 Por José Manuel Ledesma Alonso